viernes, 2 de mayo de 2014

ENTRE VOCES

 Se hallaban solo los dos, esperando el colectivo en esa parada periférica, ubicada en un barrio de apacible imagen.
 Marcelo Cavalizzi sabía que ante la locura evidenciada, lo más prudente era retirarse, dada la imprevisibilidad inherente a esta condición, cuyas manifestaciones podrían llegar a ser peligrosas para los demás, en este caso, para él. Pero el individuo de aspecto correcto que hablaba solo y apenas lo miraba de soslayo, parecía magnetizarlo con la elocuencia de su discurso; es que no solo hacía gala de las virtudes de su oratoria, sino que también se respondía con otra voz de definida sonoridad, que a Cavalizzi le recordaba la de los locutores de Radio Nacional de la época en que a los primeros mandatarios, se los trataba de excelentísimo señor presidente.
 Las voces de los dos personajes eran totalmente distintas y solo convergían en la calidad idiomática, en lo cuidado de los términos empleados y la impecable dicción.
 Pasados unos pocos minutos de escuchar, lo que no dejaba de ser la alocución de un orate, Cavalizzi pensó en retirarse y caminar hasta la parada siguiente, debido a que el sujeto había mutado hacia la furia e interpelaba al otro, que era él mismo, con acentuada violencia verbal.
 ¿Por qué?...¿Por qué?...¡Contestá maldito hijo de puta!..., vociferaba como un energúmeno, motivando la discreta apertura de algunas ventanas.
 Marcelo Cavalizzi, intentaba apresurar su abandono del sitio, pero el hombre se lo impedía con actitud amenazante, mientras extraía de un bolsillo algo parecido a un punzón y lo aplicaba contra su abdomen arrinconándolo contra la pared.
 Le hablaba con parsimonia, a escasos centímetros de su rostro, presto a perforarlo con la punta de acero.
 -Ahora vas a tener que contestar, maldito hijo de puta, ya estoy harto de fingir tu voz...
 La respuesta de Marcelo, entrecortada por el temor, negaba que haya sido su voz, aunque era consciente de la inutilidad de apelar al raciocinio con alguien inmerso en el delirio.
 -Te equivocás..., fue la replica de quién se hallaba en posición dominante, esa es la voz que querrías tener en vez de este graznido asustado de cobarde. De inmediato, un grito atroz, parecía haber trastornado la tranquilidad de la calle. No tardó mucho en escucharse  la sirena de un móvil policial que se aproximaba al lugar, sin duda llamado por algún vecino alarmado.
 El hombre de las dos voces, se dirigió hacia la parada de colectivos siguiente, desplazándose con tranquilidad, afianzado en el cumplimiento de una misión elevada. En la búsqueda de la respuesta esperada con determinación.
 Pero al volver sobre sus pasos para recuperar el punzón, que quedó incrustado en la zona ventral de su ocasional víctima, ya lo rodeaba-con múltiples prevenciones-la dotación de un vehículo policial, que a su vez, había solicitado refuerzos por handy.
 La situación no le resultaba asombrosa, pero sí incongruente, ya que no era su culpa que la respuesta que esperaba, debía ser proferida por alguno de los innumerables enemigos, que concurrían a las paradas de colectivos solitarias y se quedaban unos minutos escuchándolo.

                                                                  FIN




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