jueves, 27 de febrero de 2014

LOS PALOS DE LA BARAJA

 La tiradora de cartas parece empalidecer; su clienta, detecta como el semblante de quién le merece confianza, se transfigura.
 -¿Que viste?..., le dice con aprensión, inquiriéndola sobre el significado de las barajas.
 La mujer, que en su actividad se hace llamar Liliana la Mayor, difiere la respuesta. Trata de no mirar a su clienta, cuya respiración se torna disneica debido a la ansiedad que la embarga.
 Con voz ya entrecortada por la fatiga -sufre de asma- la Sra. Beba casi suplica por conocer el designio estampado en los cartones policromos.
 Liliana la Mayor, no responde al requerimiento de su clienta de años.
 -Tranquilizate, por favor..., no te agites..., le indica, conmovida por la súbita revelación.
 La Sra. Beba intenta hablar pero no puede.
 Lívida, emite pitidos en vez de palabras, mientras señala espasmódicamente las cartas españolas que Liliana no descubre, ocupada en llamar con desesperación al servicio de emergencias médicas.
 Al borde de la asfixia, la Sra. Beba pregunta dificultosamente si dicen lo que le está pasando.
 -No.
 Responde Liliana la Mayor, con la certidumbre de que su clienta no sobrevivirá a la espera de la ambulancia, agravado el cuadro por la ansiedad que se acrecienta al escuchar una negativa que parece falaz.
 Con pavor, observa a la Sra. Beba que se mantiene sentada con dificultad, próxima a derrumbarse, como si ya no consiguiera el aire suficiente para seguir respirando.
 Piensa con cierta culpa, que siempre que miente por acción u omisión, se le nota..., lo que puede resultar contraproducente, para alguien que de modo profesional se dedica a avizorar el futuro de otros. Con todo lo que esto implica, incluso, súbitas revelaciones fatales que nadie pagaría por conocer.

                                                                            FIN

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