Para efectuarlo, necesitaba acopiar una inmensa dosis de coraje en fracción de segundo, que le facilite descargar el golpe lateral, logrando que el filo de origen al tajo. Este movimiento debería realizarlo con ímpetu irreflexivo, como en un espasmo.
Lo llevó a cabo: cayó sobre el piso cerámico del baño de su casa, entre una efusión de sangre proveniente de su cuello cortado.
Agonizante, percibió que su enemigo no emitía grito alguno, sea de dolor o de auxilio.
Expiró reconfortado al corroborar que siempre fue un tipo duro..., incluso hasta el último momento, el que definía la tragedia de su vida a la que puso fin.
FIN
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