viernes, 3 de septiembre de 2010

El Maestro Alfarero

Bueno, mis queridos candangueros y candangueras-como dice el Bufón de Caracas en Twitter-ya presentado ante Vds., vamos a los bifes.
O sea, comienzo a emitir a través del presente blog, estas breves ficciones que exponen una realidad extensamente extraña: como Vds...
Para muestra vale un botón:
¡Se va la primera!...¡Adentro!...


El Maestro Alfarero

El individuo elabora alfarería con un torno primitivo; se prodiga en su tarea.
Torso desnudo, transpirado, bajo la escueta sombra de un árbol en el límite con el desierto.
Anudado a su cintura, usa un taparrabos de algodón crudo.
A unos pocos pasos de donde se haya, se yergue su choza con techo vegetal; apenas un rústico cobijo.
Una nube de polvo que indica presencia humana en movimiento, se agranda con extrema lentitud en la lejanía.
El individuo sigue trabajando sabiendo que tardarán en llegar.
El vellón de polvo sigue creciendo en el horizonte, así como avanza la obra del alfarero; se trata de un pequeño grupo escultórico.
Con el transcurrir de las horas, la obra pasó de la tosquedad a la definición de los detalles, mientras se van acercando los que vienen del desierto.
Se distinguen tres hombres provistos de armas de  obsidiana. Visten túnicas blancas, sandalias de yute trenzado y coloridos plumajes engarzados en sus cabellos.
Los atavíos son comunes a los tres.
Los acompañan otros dos que carecen de ornamentos y cargan una ligera impedimenta, en cestas aferradas con correas a sus frentes.
El proceso de ejecución de la obra y la llegada de los hombres, demandó una jornada, sólo interrumpida en ambos casos, para comer algunas cebollas, beber escasa agua  y mear, asentando fugazmente la arena que todo lo cubre.
Ya está próximo el crepúsculo, cuando los hombres se presentan ante el maestro alfarero que culmina su obra.
Uno de los guerreros se adelanta, mira brevemente al artesano y le hace un gesto con la diestra. El alfarero asiente.
Presuroso, se pone de rodillas y baja la cabeza.
El golpe del hacha es certero.
Lo ejecutó el guerrero de aspecto más joven. El que dio la orden ,asintió.
La cabeza se desprendió limpiamente y el tercer  guerrero la sujetó de los cabellos antes de caer, para depositarla en una de las cestas de los portadores.
 Luego de aprovisionarse de cebollas y agua, sin mediar palabra alguna, los cinco hombres comenzaron a desandar el tórrido camino
Sobre un tocón algo desnivelado, se hallaba la obra terminada.
Un guerrero decapitando a un individuo arrodillado con la cabeza baja - destacándose el detalle de esta a medio desprenderse- mientras otros dos observan la escena junto a un par de portadores.
                             FIN

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